Distinguidos, sutiles, elegantes y refinados, Air son uno de los grandes nombres del pop electrónico francés y contemporáneo. Tan etéreos como sugiere su nombre, no hay nadie que haya somatizado mejor la herencia de Gainsbourg, Bacharach, Tomita o Vangelis en un repertorio tan singular que parece directamente extraído de otro planeta, y que aún celebra los 25 años transcurridos desde su fascinante álbum de debut.
Nicolas Godin y Jean-Benoît Dunckel aspiraban a vender unos diez mil ejemplares de su disco de debut, y con eso ir costeándose sus estudios de arquitectura y astrofísica, pero acabaron colocándolo en un millón de hogares. Y ya nunca más tuvieron que pensar en dedicarse a algo que no fuera la música. Su propia música. Esto ocurrió hace poco más de 25 años: “Moon Safari” (1998) se convirtió en un fenómeno mundial y aupó a Air a la categoría de leyendas del pop electrónico francés. Inteligentes orfebres que se abastecían de las composiciones de Brian Wilson, Burt Bacharach, Serge Gainsbourg, Isao Tomita o Vangelis, y de las bandas sonoras de ignotas películas de ciencia ficción. Fue el despegue de una carrera que sintetizó aquel tránsito de un siglo a otro (colaboraciones con Charlotte Gainsbourg, soundtracks para Sofia Coppola) y que hasta el día de hoy a discurrido a su ritmo, marcando con parsimonia sus propios tiempos, hasta su aparición estelar en la ceremonia de clausura de los Juegos Olímpicos de París en el verano de 2024: seis álbumes en un cuarto de siglo. Su visita a Noches del Botánico se enmarca en la celebración de los 25 años de su radiante debut, al que el paso del tiempo no ha restado un ápice de hechizo.